La discopatía múltiple me impedía andar, sentarme y dormir

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Discopatia multiple
La discopatía múltiple me impedía andar, sentarme y dormir, hasta que descubrí la quiropráctica.

Mi nombre es Cristina B., y tengo 45 años.  Mi vida era un auténtico desastre tanto física como emocionalmente. Una situación que mermó mi salud provocándome un cuadro de discopatía múltiple que un buen día me dejó clavada.
Los últimos cinco años habían sido un tormento: dos años de reestructuración dentro de la empresa, con lo que eso lleva consigo (pérdida diaria de compañeros, traslados, y la seguridad de que en algún momento me tocaría a mí), y tres años de mobbing que desembocaron en un despido. Y mi cuerpo se resintió dando lugar a la discopatía.

Discopatía múltiple

Aquí empezó mi calvario. El mío y el de mi familia, testigo impotente de mi sufrimiento: Noches de insomnio, gran dolor inmovilizador, dieciocho meses de baja laboral, atrofia muscular, pérdida de 12 kilos de peso, depresión, ansiedad y el interminable peregrinaje por distintos médicos especialistas. Pruebas y más pruebas, medicación agresiva: calmantes, relajantes musculares, antidepresivos, ansiolíticos…

Y la gran frase que no dejaban de repetirme continuamente: “Tiene que aprender a vivir con este dolor”.

La discopatía múltiple me impedía estar de pie, caminar más de 10 minutos seguidos, y sentarme. Los días eran terribles, pero las noches eran aún peor, porque no podía dormir. Sin capacidad para hacer planes y sumida en la impotencia, perdí la ilusión de vivir…

La quiropráctica le devolvió la vida

Pero el destino me llevó hasta la consulta de un quiropráctico. Al principio, más impulsada por la curiosidad que por la esperanza, me dije que no tenía nada que perder. Y fui.
En el primer ajuste descubrí con sólo poner los pies en el suelo que podía respirar hondo y fuerte, ¡además de poder poner los dos pies a la vez en el suelo! A continuación, caminé durante 20 minutos seguidos, y pude sentarme en el autobús sin apenas sentir a mi infatigable compañero, el dolor. Esa noche dormí de un tirón (ya no recordaba lo que era conciliar el sueño), y a todos esos cambios increíbles, se sumó una gran sensación de bienestar, paz interior, y mucha energía.
Al día siguiente me levanté descansada, sin dolor, y de muy buen humor. ¡No daba crédito! Tanta mejoría desde el principio… Mi primer ajuste fue el 11 de mayo y hasta el día de hoy, cuatro meses después, estando en la fase reconstructiva, os diré que además de los cambios descritos, y a pesar de mis discopatías, he dejado la medicación por completo, fumo muchísimo menos (antes no bajaba de los 40 cigarrillos diarios) y durante las vacaciones he montado en bicicleta, jugado a las palas, dado largos paseos y conducido muchos kilómetros. Y lo más importante, he recuperado mi sonrisa.
En fin, no hubiera podido soñar nada de esto, si no me hubiera puesto en manos del quiropráctico para aliviar la degeneración de mis discos. Me ha devuelto MI VIDA. Ahora vivo sin dolor, con energía y con un bienestar que antes no conocía.


El artículo apareció publicado en el libro Más años en su vida, y más vida en sus años.

En algunos casos se ha variado un poco la redacción para ajustarla a los usos de cada idioma.

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