Me llamo Evaristo T.P, y en octubre de 2007 sufrí un accidente de tráfico que me ocasionó el desplazamiento de tres vértebras cervicales. Superado el instante de lo acontecido, ni por asomo podía imaginarme el suplicio que viviría durante los tres años siguientes.
Vértebras desplazadas
Los médicos me prescribieron la utilización de un collarín para las vértebras desplazadas y me recetaron medicamentos para aliviar las molestias musculares y los dolores de cabeza. Pero lejos de hallar mejoría las cosas se complicaron. Así que me prolongaron el uso del collarín dos meses más.
Enseguida comencé a sufrir parestesias en ambos brazos y pérdida de fuerza en las manos, hasta el punto de no poder sostener un vaso o hacer uso de un tenedor sin que se cayera toda la comida antes de llevarla a la boca. Presentaba un síntoma que hasta entonces sólo había visto en enfermos de parkinson.
Aún no había cumplido 40 años, tenía la responsabilidad de una familia y una empresa. Y al verme en esas condiciones físicas el ánimo se me cayó al suelo. Pasaron cinco meses y cada vez me sentía más inútil, incapaz de valerme por mí mismo y sin ningún signo de recuperación. Y para colmo, los médicos lo resolvieron con un cóctel de ansiolíticos-antidepresivos.
Puedo garantizar que mi vida nunca estuvo tan fuera de control como en esos tres años. La sobremedicación hizo que me sintiera, y fuera, un hombre que no era yo. Estaba atrapado entre mis dolores físicos, los efectos de los antidepresivos, y la angustia de no saber cómo y cuándo podría salir de esa situación.
La quiropráctica se presentó como una oportunidad
Así como llegan las desventuras, también aparecen oportunidades valiosas en la vida. Y conocí la quiropráctica. Sin tener muy claros los beneficios, y superando mis temores, decidí confiar en las manos de un quiropráctico que conocía, y que tenía muy buenas referencias como profesional.
Fue un trabajo largo, porque en ocasiones, tras los ajustes sentía más dolor.
Después de un año de tratamiento quiropráctico mis capacidades comenzaron a restablecerse, quedando únicamente los efectos secundarios de los antidepresivos. Padecía algunos trastornos ocasionales: espasmos, temblores, y lo peor, tener que lidiar con lo que ya era una dependencia orgánica a los medicamentos. Aunque intentaba bajar la dosis, no podía pasar sin ellos. Los médicos sustituían una pastilla por otra para quitar la dependencia de la anterior. En fin, una locura…
Suspende la medicación para la depresión
Entonces decidí, asumiendo todo el riesgo, suspender toda la medicación y puse al corriente de la situación a mi quiropráctico.
El alivio que me producía el ajuste quiropráctico iba más allá del dolor físico. Cuando me ajustaba lograba serenar mi sistema nervioso, y mi estado de ánimo se modificaba. Aunque no duraba, sentía cambios, y eso ya representaba una esperanza para mí. Me aconsejó incrementar las visitas. Es más, me dijo que me presentara siempre que me hiciera falta. Así lo hice, y realmente estoy agradecido por la paciencia y ayuda prestada, porque fui muchas veces en las más diversas circunstancias: en crisis, desesperado por la depresión, de mal humor… Pero siempre que fui, me atendió.
Poco a poco, durante meses fui sintiendo que los ajustes ya no eran sólo un “crack” que alineaba mi columna, también me reconfortaban interiormente. Salía lúcido, como si alguien hubiera pulsado el botón de “reset” en mi cerebro. El ajuste quiropráctico encendía una chispa, y si encendía, es porque aún había algo que podía ser rescatado. estaba saliendo de la depresión.
Esta es mi historia. Me recuperé completamente de mi cuello, las vértebras volvieron a su sitio; encontré un cambio insospechado en la salud de mi cuerpo; y salvé uno de los obstáculos más grandes de mi vida: recuperar mi estabilidad emocional y mi claridad mental.
Y finalmente descubrí y comprobé los efectos y beneficios de la quiropráctica: Ayuda a depurar la mente y el cuerpo.
El artículo apareció publicado en el libro Más años en su vida, y más vida en sus años.
En algunos casos se ha variado un poco la redacción para ajustarla a los usos de cada idioma.
Por la LOPD no publicamos algunos datos personales, como apellidos, lugar de residencia, etc. Así mismo, aunque la historia es real, la imagen no es la del protagonista. Es de archivo.